domingo, 1 de febrero de 2009

Trasnochado


Noche, frío de verano,
Y la soledad me hace caer
Sobre el colchón de neón de una vidriera...
Si pudiera, alcanzará, solo con querer,
Abrigarme con esos brazos de mujer,
Aquella que viera caminar de espalda, de lejos.
Sí, la misma, la que vos conoces...
Nada, decir nada y aceptar,
Qué puedo hacer yo, más que mirar, y mal,
Pues miro alto. Sí, mi vieja, ¿no la iba a matar?
Bella, decía, bella e inteligente.
Mi cuerpo era un gran y pelotudo oído,
Perceptivo, receptivo, y... Nuevamente, pelotudo...
Nunca volveré, paredes sin aire, a la casa de la consejera,
Es hora de asumir responsabilidades, armarse de valor... y volar.
Marché hacia las geografías de los cuerpos más horrendos,
Bebí, sentí, logré caminar sin andador, cuerpo a cuerpo,
Y así aprendí a coger, sin prejuicios, ni parangones,
Como lo hace cualquier terrícola y/o animal.
Claro, era feliz, vacío, pero feliz.
Huríes, mucamas, azafatas, estudiantes,
Todas y cada una, parte por parte,
Tenían nada de lo que la consejera, esperaba, auspiciaba,
Para quien, al fin y al cabo, encontró la verdadera cualidad,
Indispensable, importantísima, cualidad única... Ser mujer.
Sí, les alcanza, diría, en realidad, les sobra,
Para hacer con y de nosotros (los del sexo fuerte) lo que quieran.
El problema, histórico o mitológico, es que Edipo
Tenía calentura y no complejo.

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